viernes, 24 de agosto de 2007

El 1º enemigo del día


Titititi titititi se escucha inconfundible el primer sonido del día, que más de una vez interrumpe un sueño más agradable incluso que los mejores momentos de la vida. Lo reconozco, a veces a la primera y otras veces de forma paulatina, cuando descubro que no tiene ninguna relación con lo que estoy soñando. Maldigo a ese aparato y a la realidad de cada día que me obliga a despertarme a esa hora. Pienso en cómo atenta contra mi naturaleza, en cómo me obliga a levantarme cuando mi cuerpo está cansado y no resiste las ganas de seguir cómodo y abrigado en los fríos días de invierno. Pero más me revelo contra el hecho de que un aparato me controle, de que me obligue a hacer algo que de lo contrario afectaría mi vida educacional y, en algún futuro, laboral, de que el tiempo verdaderamente no exista y que sólo sea una creación del hombre, que fue pensada para ayudarlo pero al final sólo ha servido para esclavizarlo. Me río de mi propia dependencia del tiempo, de que no soporto andar sin reloj, de que cada vez me obsesiono más con mirarlo cuando algo que estoy esperando que ocurra a cierta hora no ocurre. Dicen que el tiempo es oro. Me pregunto porqué nadie ha dicho que el descanso también es oro y que no hay nada más liberador que vivir lejos del tiempo, de los ritmos incansables de la ciudad, donde no existe más guía que el salir y el ponerse del sol.